martes, 9 de noviembre de 2010

3 26 de abril de 1903

26 de abril de 1903. Aquélla fue la fecha, el fútbol el motivo. En una primaveral mañana madrileña de principios de siglo pasado, más allá de la fundación de un Club deportivo, se inicia la realidad social más apasionante que se conozca. A día de hoy, 107 años después, y con el seco invierno capitalino entrando a escena, la antorcha que entonces prendieron sigue más viva que nunca. Sería curioso ver la cara que pondrían hoy aquellos fundadores si vieran en qué se ha convertido el proyecto que iniciaron.

Sorprendidos se quedarían si vieran que una compra esporádica de un jugador de la plantilla de los primeros años en un viaje turístico a Southampton convertiría para siempre en franjas rojiblancas lo que en principio habían teñido en azul y blanco. Y a lo mejor tampoco esperaban la intervención del propio Ejército del Aire para evitar la desaparición en la década de los 30. Igual no contaban con poder reunir en los años 60 y 70 a jugadores de talla mundial que colocaran al Club en lo más alto del fútbol internacional. Se echarían las manos a la cabeza si vieran los convulsos años 90 salpicados con un histórico Doblete y un posterior descenso. Y definitivamente pensarían que se trata de una historia de locos cuando en mitad de una aparente temporada anodina y de transición, se obtienen dos mágicos títulos europeos inéditos para la entidad.

No sabemos qué objetivos tenían cuando pusieron su rúbrica para lanzar aquel proyecto deportivo, pero lo que es seguro es que no eran conscientes de los miles de corazones que en aquel momento empezaron a conquistar. Ni por asomo se creerían las decenas de miles de personas que iban a abarrotar cada domingo el viejo cemento del antiguo campo de O´Donnell, o el de Metropolitano después, o a orillas del Manzanares más adelante. Alucinarían se vieran las dramáticas escenas vividas en Heysel un día de San Isidro de 1974 cuando se escapó la Copa de Europa en el último minuto. O en Oviedo, cuando se confirmó aquel infausto descenso aliñado con los gritos de odio de quien, aun venciendo, se sabe muy inferior a su rival. O las lágrimas del delirio emocionado cuando un 12 de mayo de 2010 la ciudad de Hamburgo nos devolvió con intereses todo lo anteriormente citado. Desde luego, ¡no sabían lo que hacían!

Precisamente por ello, porque se trata de un sentimiento tan arraigado que nunca se va a terminar. Porque hay quien de las franjas rojiblancas hace una forma de vida. Porque no tiene precio ver a un niño luciendo orgulloso el escudo del oso y el madroño frente a una mayoría opositora. Porque cuando uno se encuentra a un semejante en rojiblanco, ya todo sobra, el resto se convierte en redundante. Por los atléticos que ya no están. Por los que sin estar siguen estando. Por los que nunca se fueron. Por los que tenemos el privilegio y el honor de poder aguantar esta antorcha ahora, y por los que la portarán en un futuro interminable, NO QUEDA SINO BATIRSE.

Luis F.V.

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