jueves, 10 de febrero de 2011

0 La última batalla de la guerra civil

11 de febrero de 2008

Ayer se cumplió el 65 aniversario de la batalla de Krasni Bor. La División Azul combatió como las mejores alemanas, no cometió los crímenes y matanzas que perpetraron muchas de estas, y sirvió de advertencia a cualquier posible agresor de que una invasión de España podría resultar muy costosa.
De Años de hierro:

"Todavía sería más furioso el combate de Krasni Bor, en el extremo del sector español. Desde allí se percibía, en la cercana Kolpino, el trasiego de armas y tropas: los rusos preparaban un golpe tremendo. Los desertores y prisioneros también informaban de él. “La noche llega a las reservas del Batallón de Reserva Móvil… Sobrecoge el silencio (…) y el capitán Miranda, siendo plenamente consciente de la situación, (…) recuerda el capitán Oroquieta, tuvo la feliz iniciativa de rogar al Padre Pumariño (…) que oficiase una misa en el búnker de mi compañía, para que así asistiera el mayor número posible de voluntarios (…) La comunión puso una paz total en nuestro espíritu, confortándonos para todo aquello que pudiera sobrevenir”. Alfredo Miranda, un capitán campechano y audaz, advirtió al páter que probablemente ninguno sobreviviría..
“Miranda se enderezó y sonrió, subió las escaleras y marchó a la 2ª compañía de Ulzurrun, a la izquierda. Oroquieta volvió a sentarse, y en ese momento un centinela llamó a la puerta. “Ruidos, mi capitán”. Echó a correr el oficial hacia la fría oscuridad y oyó paladas, martillazos y voces de mando rusas. Preparaban los emplazamientos para la nueva artillería. Luego, un sonido distinto: el fuerte rugido de motores de carros de combate, a distancia”. Los motores funcionarían toda la noche, por temor a que la helada les impidiera arrancar por la mañana. “Palacios envió a buscar a los tres jefes de sección de la 5ª Compañía. “Mañana correrán los toros”, les dijo, y les dio instrucciones de doblar la guardia y comprobar el estado de las posiciones, pero no de despertar a los soldados. “Dejadles dormir”, musitó. “Para muchos puede ser su último sueño” .
El ataque artillero superó todo lo imaginado, uno de aquellos de los que los hombres solo podían salir para el cementerio o para el manicomio, en frase de un general ruso. “Eran las siete menos cuarto de la mañana del miércoles 10 de febrero de 1943. Kolpino entró en erupción como un volcán colérico. Ochocientas bocas escupían fuego sobre el sector de Sagrado. La tierra temblaba y se movía”; “El bombardeo sorprendió a Palacios bajando a “El Trincherón” (…). Los pinos estallaron en llamas como luminarias. Los fogonazos de las granadas le cegaban pero, en unos segundos, también ellos quedaron oscurecidos por una sucia nube de turba, humo y cristales de hielo (…) El acre olor de la cordita le ahogaba. Se hundió la trinchera. Desapareció el fortín de mando. Callaron los teléfonos”; “Negro contempló fugazmente el frente. Los puntos rojo herrumbre de las granadas soviéticas se concentraban en las compañías 5ª y 6ª. Los puntos se expandían, devoraban el humo, se clavaban al cielo y subían como un acantilado de fuego rojo. Negro se pegó al fondo de la trinchera”.
Parte del frente español quedó volatilizado, pero no todo. “Convencidos de que las líneas españolas estaban destruidas [los ivanes] venían confiados (…). A Negro se le hizo un nudo en la garganta. ¡Tantos rusos! “Calma, calma”, tranquilizaban los oficiales”. La angustia que precede al choque se desvaneció de golpe: “Negro vio a sus compañeros ponerse en pie. Gritando, riendo, saltando, lanzaban ráfaga tras ráfaga y tiraban bombas y más bombas a las figuras que pugnaban más abajo con la barrera (…) Toda la tensión acumulada durante hora y media de bombardeo saltaba como un resorte. (…). La 63ª de Guardias [soviética] se retiró, dejando atrás los cuerpos mutilados de sus compañeros. Siguió un sepulcral silencio”
Pío Moa
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