jueves, 5 de mayo de 2011

0 Pinreles en Saigón

Apreciamos que en cualquier lugar del planeta se ven muchos pinreles y uñas al aire. Fenómeno elegido, deseado, militante, socializador, estético… deconstruido:
la base principal del uniforme del turista globalizado comienza por los pies.

En sus peanas, los turistas que van gastando euros y dólares por los países del globo, sin miramientos, ahorran. En su basa no quieren mostrar lujos innecesarios ante los pobres huéspedes que les reciben en chancletas o a pie desnudo. Se hacen solidarios y se ofrecen humildemente, a imitación de ellos, con atavíos sencillos. Chanclos, rudas sandalias, finas alpargatas, babuchas, y si es necesario, pie a tierra. A esto se le llama igualdad.

Y así, para viajar, comienzan a vestirse por los pies, desnudando su alma, para continuar con su ejemplo de unión e identificación, con el mejor mundo de los posibles, el de hoy, haciendo desaparecer, también, sus pantalones. Y de ahí hacia arriba, con nuevas desnudeces. La economía, y el ejemplo del visitante aficionado a la globalización, vive una mejoría, y por mor a ésta viaja y se ilustra, digamos, con compra de chancletas, pantaloncitos y camisetitas. Y se solidariza haciéndose cercano y ‘pobre’. Cualquier cosa vale para salir y mostrarse. De pies a cabeza, sin vestido.

Por ello, el viajero de mentalidad mochilera, y sin distingos, se decide a enseñar el dedo, la uña, el tarso, el metatarso, el empeine, el calcaño o garrón, el zancajo y el astrágalo, las callosidades, las durezas, los juanetes. Es un sin acabar. La pata, la patita, la gamba, el remo…Es una actitud, un ejemplo, una economía, una moral.

Así las cosas, pensamos, que Madrid, con Gallardón a sus pies, debe abrirse al mundo de hoy, mostrarse y facilitar los pinreles al aire de sus habitantes y de sus ambulantes, y ser ciudad de acogida ‘pinrelera’, naturista e impúdica. Igualarse de una vez por todas a las ciudades punteras en disfrute y vanguardia -gallardonía-. Además de bicis y motos en las aceras, pinreles mondos. El complemento.
Pepe Campos
Extraído del blog de Ignacio Ruíz Quintano

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