viernes, 23 de septiembre de 2011

0 Crónica sentimental del universo de Josep Pla (II)

El cementerio está cerca. La tumba del escritor no presenta siempre el aspecto que merece. No le sorprendería. Pla era un realista y conocía los efectos de realce que proyecta el tiempo sobre el desdén. En cualquier caso está enterrado donde quiso. Fue un escritor muy viajero. Raro en España. A veces se autocompadecía y escribía que él no tenía las cualidades principales de esa clase de personas. Entre ellas un buen estómago. Pero no era cierto. Tenía un estómago muy pasable, cuyas funciones las facilitaba una ingesta más bien escasa de alimento: si Pla fue un gourmet no fue nunca un gourmand. Y un estómago tuvo, en fin, que resistió grandes cantidades de whisky, un líquido que apreciaba sobre todo por la orina clara y fluida que daba. Tuvo otra gran cualidad de los viajeros: podía vivir en soledad. O mejor en una soledad matizada por la grafomanía, por «la diabólica manía de escribir» como enfáticamente llamó alguna vez a su vicio. Pero el viaje no le separó nunca del Bajo Ampurdán, que era, como dijo mil veces, su país y el lugar donde obligatoriamente habría de extinguirse.
«Solo les pido que me hagan enterrar en el cementerio de Llofriu, que es mi parroquia, sin nadie que no sean los de casa, sin comunicar la noticia a nadie y con el párroco correspondiente para recitar la poesía en lengua latina: el Dia irae, dies illa».

Arcadi Espada
El Mundo, sábado 6 de agosto de 2011

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

No queda sino batirse Copyright © 2011 - |- Template created by O Pregador - |- Powered by Blogger Templates