sábado, 24 de septiembre de 2011

0 Crónica sentimental del universo de Josep Pla (III)

Así fue. Con alguien más que los de casa. Aunque tampoco muchos. Ahora las cosas se han ido atemperando. Pero es sabido que Pla murió en plena reticencia catalana, cuando el que llamó «milhombres» justo empezaba a gobernar la autonomía.
El cromo planiano nos lo presenta como un viejo con boina, algo escaldado y de una sonrisa irónica que podía virar rápidamente hacia una ternura infantil. Pero Pla fue joven, y apuesto, y moderno, y airado. El lugar de su juventud fue la playa del Canadell, en Calella, a no más de 10 kilómetros del Mas. Aún hoy es un lugar de una belleza extraordinaria, especialmente en los días limpios y vacíos del invierno.

«Íbamos a Calella, a la playa, a pasar un mes. Mi madre había heredado la casita que el señor Casadevall y su esposa doña Beatriz se habían construido en el Canadell. Pasábamos un mes delicioso -un mes que duraba un instante- pescando, bañándonos, remando y saltando por las rocas. Teníamos un bote que se llamaba Nuestra Señora del Carmen, con matrícula de Palamós. Nos gustaba, sobre todo, remar. Era un ejercicio que podíamos practicar horas y horas, sin cansarnos apenas. El sol nos llagaba y nos hacía cambiar de piel. Después quedábamos tostados, morenos, negros, y los ojos se nos volvían tan pequeños que apenas se nos veían».

Arcadi Espada
El Mundo, sábado 6 de agosto de 2011

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