miércoles, 30 de noviembre de 2011

0 La descolonización de Encarnita, Manuel Blanco Tobio (I)

Hace poco se celebraron en Madrid unas Jornadas Feministas sobre Sexualidad, y entre las ponencias de más éxito hubo una sobre “Colonización del cuerpo de la mujer”. Es lógico suponer que lo que pretenden esas feministas es que se proceda a la descolonización de su cuerpo.
La descolonización de un territorio o país consiste en echar de él a los colonizadores, por las buenas o por las malas. Es una aplicación de lo que se llama “principio de autodeterminación de los cuerpos”. La descolonización del cuerpo de la mujer consistirá, pues, en echar de él al hombre blanco, que va a ser relevado de lo que Kipling llamaba su “pesada carga”, y que a veces no era tan pesada.
En otros tiempos, lo que se echaba fuera del cuerpo de la mujer era el demonio, o, como dicen en mi tierra, el “meigallo” (de “meiga”, bruja). Pero ahora se echa al hombre, que, como es sabido, ha vivido siempre parasitariamente del cuerpo de la mujer; o por lo menos lo intenta, con grandes arrestos. Todos sabemos que el hombre es, en esa materia, muy adhesivo. En el fondo lo que más le importa es estar lo más cerca posible de un cuerpo de mujer convenientemente descolonizado.
Sin esa proximidad a su colonia se siente desorientado e impaciente, y de ahí su constante ansiedad por asirse a cualquier accidente topográfico de su colonia, lo mismo el tronco que las extremidades, aunque preferentemente el tronco.
En el transcurso de la Historia, ese gran conquistador que es el hombre tomó posesión del cuerpo femenino, como colonia, en nombre de los Reyes Católicos, e impuso sobre ella su Gobierno, y a veces su despotismo. O sea, que lo colonizó. El cuerpo de la mujer llevó esto bastante bien durante siglos, pero en cuanto vio que el Congo, Camerún, Nigeria y otros eran descolonizados, ella también se apuntó a eso. Las Jornadas de Madrid han marcado un hito en ese camino.
Nos acercamos, pues, a la descolonización de Encarnita, Purita o Josefa. El crepúsculo de nuestro Imperio se nos echa encima. Ya se nos va a poner el sol. Es una melancolía, pues las empresas colonizadoras casi siempre eran muy atractivas. Encarnita ya no será poseída, como se decía antaño en el negociado de los asuntos coloniales. Se acaban los protectorados de Juan o Pepe.
Manuel Blanco Tobio
ABC,23/6/1983

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