martes, 8 de noviembre de 2011

0 La dictadura del miedo, Luis María Ansón (II)

Libre es el temor, libre el espanto y el escalofrío, y contagioso, y cuando una sociedad empieza a sentirse atenazada por ellos, la dictadura del miedo se extiende vertiginosamente. Con todas las excepciones que se quiera, la verdad es que hoy los padres están acobardados ante los hijos, los obispos ante los curas, los profesores ante los alumnos, los patronos ante los obreros y estos ante los piquetes de la huelga.
Tiene miedo el trabajador de quedarse sin trabajo; el estudiante de no encontrarlo en años; el empresario, de arruinarse; el comerciante, de que le toque el atraco nuestro de cada día; el financiero, de que lo secuestren; la dama, de que la insulten o la atropellen; el ciudadano medio, de salir por la noche y verse asaltado por las bandas de gamberros que matonean barriadas enteras de algunas ciudades.
Está amedrentada, en fin, hasta temblarle las carnes, la derecha y por eso se proclama de centro. Se despeluza el centro y se corre a la izquierda con el ombligo encogido. Cierto que también a la verdadera izquierda se le ha ido la sangre a los zancajos y hasta algunos comunistas se han contagiado del miedo general y se proclaman monárquicos porque temen, según dicen, un golpe de Estado militar. ¿Y por qué lo Yemen, si nada tal vez haría más daño a la Monarquía y a las propias Fuerzas Armadas que una intervención militar? Algo está claro en la ceremonia de la confusión que se oficia ante nuestros ojos y es que el Rey no debe salirse del cumplimiento estricto de las leyes constitucionales.
La dictadura del miedo, todavía en agraz, todavía en periodo de desarrollo, ha dado ya generosa prole a la familia de las gallináceas y ha convertido a la política española en un baile de máscaras. Muchos de los resplandecientes miembros de nuestra mediocre, torpe, exangüe, fatua clase política están dispuestos a ponerse cualquier careta y a pisotear lo que defendían la víspera con tal de no ofender a los césares del miedo.
Da vértigo la carrera en pelo de no pocos de aquellos antiguos falangistas valerosos para instalarse en la nueva situación. ¡Qué tino el suyo para introducir las cinco flechas en el carcaj de la historia! ¿Y qué decir de los franquistas adictos a la vieja caravana de las cifras triunfales? A muchos de ellos las flechas les han sido útiles para metérselas a Franco por la espalda.
Luis María Ansón
ABC Sevilla,15/11/1977

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