viernes, 16 de diciembre de 2011

0 Un maestro, José Luis Garci (II)

Enrique Herreros fue un dibujante genial, un humorista de lujo, un pintor asombroso y un cartelista de excepción. Inventó en España el oficio de “manager”, y como publicista –le llamaban El Mago- aún hoy sigue siendo el número uno. Herreros hablaba en los años cuarenta el mismo lenguaje de Warhol, Lichtenstein, Bobby Rauschenberg y el resto de la pandilla de la Factory de los “sixties”. Pero es del Herreros cineasta del que quisiera decir algo. Su película “María Fernández, la jerezana” (1946) es una de esas raras obras que te dejan boquiabierto por su continua imaginación. Cine marginal del bueno, de ese que nace y muere en sí mismo, hecho sin antecedentes y con la vista siempre rozando el futuro. Herreros, como Neville o como Buñuel, logra hacer realidad un estilo propio en media docena de planos. Hay en la planificación de Herreros, en su puesta en escena mutante, una vitalidad que no tiene edad y una fuerza plástica que se renueva y aumenta en cada encuadre. La tragedia del Herreros cineasta –como la de Neville- fue la del innovador en España- Herreros llegó demasiado pronto –es decir, a deshora- a todos los trenes. Trató de esperar, pero, como ni siquiera las cantinas de las estaciones estaban abiertas, decidió hacer el viaje a pie, a su aire. En “La muralla feliz” (1947), su segundo y el último largometraje, una emocionante intimidad recorre todas las secuencias. El aire de la improvisación, el fluido de la alegría recorre las imágenes con la misma fuerza y elegancia que lo hacía en el cine de Preston Sturges o Greg La Cava. Ese tipo de películas íntimas, nunca sometidas a las reglas, sólo están al alcance de quienes viven en la frontera.
Hablé una vez nada más con Enrique Herreros. Un amigo común, Alfonso Sánchez, nos invitó a comer en Aroca un día de primavera de 1977. Yo acababa de estrenar “Asignatura pendiente”, mi primera película. Alfonso había hecho una crítica magnífica en “Informaciones”. Le llamé para darle las gracias. “Y, además, te invito a comer”, me gritó al teléfono, entre toses.
José Luis Garci
ABC,21/9/1989

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