viernes, 20 de enero de 2012

0 Antes y ahora, Gregorio Salvador (I)

“¡Indignante! Esto en mis tiempos no pasaba”, exclama la señora que ha venido sentada a mi lado en el Metro, y que sale al tiempo que yo. Da la impresión de que espera una respuesta mía, algún comentario que corrobore su indignación, pero yo avivo el paso, con prisa fingida, y me desentiendo del asunto. No tengo gana de entrar en un cambio de impresiones sobre costumbres de antes y de ahora, casi con la obligación de corear las lamentaciones de mi vecina de asiento sobre la desvergüenza imperante y tolerada degradación moral de la juventud. Pero, en cualquier caso, sigo pensando en su frase, mientras camino hacia casa, y al llegar me pongo ante el ordenador y escribo.
Lo que ha pasado es que una pareja joven, casi de adolescentes, se ha sentado enfrente de nosotros y se ha entregado sin recato a sus escarceos eróticos. No es que sea un hecho insólito, más bien resulta habitual, pero también es cierto que acaso se hayan excedido un tanto. Nada mas entrar y sentarse, ella ha iniciado el ataque; él se mostraba remisivo, pasivo, con ese pudor masculino que suele evidenciarse ahora con mucha más frecuencia que el femenino; le ha pasado las manos por detrás del cuello, lo ha atraído hacia sí y lo ha ido sorbiendo a besos, comiéndoselo literalmente, hasta que lo ha encalabrinado y ha conseguido que deseche sus iniciales reparos y que se le hayan ido las manos por todos los caminos posibles, ocultas de vez en cuando a la vista, perdidas por los escondidos y presumibles vericuetos. A mi vecina más o menos coetánea un color se le iba y otro se le venía y se le notaba la alteración y un furor creciente y reprimido, que expresó por fin, mientras salíamos, en la frase que he mencionado.
Gregorio Salvador
ABC/08.04.2000

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