sábado, 14 de enero de 2012

0 El apocalíptico y el integrado (y III)

Tanta ortodoxia, Maradona siempre la consideró la traición a su casta de un hombre con alma de esclavo que encima contempló con suficiencia los naufragios personales del argentino mientras él no paraba de anudarse corbatas e incluso anunciar remedios contra la impotencia.
También está el fútbol. La eterna disputa de cuál de los dos es el mejor de la historia. No es fácil decidirlo porque frecuentaron tiempos del juego muy distintos. Más densos de estrategia y marcaje de los Maradona, más violentos acaso los de Pelé, que fue crujido a agresiones cuando no existía la protección de la tarjeta amarilla ni la delación de las cámaras cercanas, como en el Mundial ´66, donde apenas le daban tiempo para levantarse antes de volver a derribarlo.
No por casualidad, uno de sus grandes marcadores, el argentino Ratín, diría que con los defensas centrales acabó la televisión, el chivato que les retiró la patente de corso. Las encuestas actuales dicen que Maradona es el mejor, pero es que vota gente que no pudo ver a Pelé, perteneciente a un fútbol al que la televisión aún no había hecho universal, y que además nunca jugó en Europa. Mientras que Maradona, aunque jamás ganara la Champions, fue capaz de agarrar a un eterno perdedor alegórico como el Nápoles y acaudillar la toma del Norte con unas campañas por las cuales en la ciudad aún se le reza, y aún se declara enamorado cualquiera que lo viera inventar.
La fría estadística dice que Pelé marcó 97 goles con su selección y ganó tres mundiales (58,62 y 70), mientras que el Diego hizo 33 goles y obtuvo un único Mundial (86). Lo que la fría estadística es incapaz de calibrar es cómo se rompen las costuras de un personaje, el de Maradona, que se bastó para inculcar a las capas populares de una nación toda una cultura de ser providencial, el que separa las aguas, el que abate a los ingleses y después se devora a sí mismo sólo para ungirse con el aroma de lo trágico.
David Gistau
El Mundo/09.08.2011

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