lunes, 9 de enero de 2012

0 Una historia de Reyes (I)

El 27 de enero de 2004, en el aeropuerto sevillano de San Pablo, a José Antonio Reyes, acompañado de su padre, su madre, su hermano, su novia y su representante -por aquel entonces Jesús Rodríguez de Moya-, le preguntaron si había aprendido ya algo de inglés. «¿Cómo voy a aprender inglés si todavía no sé hablar español?», soltó con esa gracia que tiene, que la tiene, y mucha. Hubo carcajadas, pero dentro de aquel crío de 20 años había muchas más lágrimas que risas. Del Nido, el hombre que ahora lo ha recomprado sin el más mínimo entusiasmo en su entrenador -el presidente sabrá porqué-, acababa entonces de venderlo al Arsenal de Wenger por 22 millones más otros cinco por objetivos. 

Un traspaso estruendoso en el balompié español de esa época que ha tenido a uno de los mayores talentos del fútbol mundial -«Le he visto hacer cosas que sólo las ha hecho Maradona», decía Caparrós, el hombre que lo hizo debutar- dando tumbos por Londres, Lisboa y Madrid durante ocho temporadas, con más oscuros que claros, con más destellos que realidades. «Es un tío muy especial, pero tiene gracia el cabrón», cuenta un directivo del Atlético. La aeronave que había salido a última hora de la tarde de Sevilla en ese 27 de enero de 2004 aterrizó en Londres casi tres horas después. 

Nada más salir del avión, Reyes quiso darse la vuelta por el considerable descenso de la temperatura. Pero el trayecto entre el aeropuerto y su destino durante tres horas interminables, en coche bajo la lluvia, impidió cualquier amago de huida. La Perla, así lo bautizaron, tuvo que recurrir a los suyos en busca de calor y dio el salto a Londres con la familia a cuestas. El clan se instaló en una casa de Barnet, a las afueras de la capital, cerca de la ciudad deportiva del Arsenal, London Colney. Allí también aparcó su amplia colección de coches, que se fue incrementando en aquellos años en la capital británica y que cuando llegó a Madrid dejó boquiabiertos a los empleados del Atlético, que tardaron varios meses en conocer todos los que tenía (aproximadamente una docena, entre la que en algún momento estuvo el Mercedes McLaren SLR, un modelo valorado en los 500.000 euros, además de varios Ferrari, un Audi Q7, Porche...). Con todos ellos, ahora la cuenta está en 14, todos por encima de los 50.000 euros, se trasladará ahora a Sevilla. 
Pero la historia acababa de empezar en Londres. Convirtió el interior del hogar en un rincón andaluz. Comenzando por el hall, donde una Virgen de de la Consolación de Utrera recibía al invitado con su enorme corona dorada en forma circular. Desde el inicio poco o nada hizo por integrarse en la cultura de su lugar de acogida. Apenas bajaba al centro, salvo para llevar a algún familiar al popular centro comercial de Harrods. Pero eso no significaba que fuera un tipo cerrado. En una ocasión contó cómo recibió la llamada de unos chicos de Utrera que no conocía -«es curioso, todo el mundo debe tener mi teléfono»- y que estaban en Londres para buscarse la vida. Él les explicó que no le gustaba salir por el centro, pero que los recibiría en casa encantado. 
Y allí disfrutaron de una velada con los Reyes saboreando un guiso de la mama. Él sabía que esos chavales estaban dispuestos a fregar platos para salir adelante y que eso le convertía en un privilegiado. Pero añoraba, y mucho, la cultura española, el sol de su Sevilla, y allí se escapaba siempre que enlazaba un par de días libres. En una ocasión volvió de España cargado con una caja de chupa-chups Kojak para su compañero Titi Henry. «El otro día me quitó uno de la boca y se los he traído para que me deje tranquilo, porque aquí no hay de esto», explicó en una entrevista con este diario. 
Un gesto que demuestra que los dos compañeros no tuvieron mala relación, ajenos al célebre incidente protagonizado por Luis Aragonés y aquel desafortunado «negro de mierda» que tanta conmoción causó en la prensa británica. El cielo plomizo de Londres se le hizo cuesta arriba y acabó pesando sobre su progresión en el Arsenal, que fue intermitente: título de Premier (2004), Community Shield (2004), Copa (2005) y final de Champions de París en 2006, esta vista desde el banquillo. 

Begoña Pérez/Eduardo J. Castelao
El Mundo

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