lunes, 2 de abril de 2012

0 La iglesia de Google (II)


En el otoño de 2004 Page y Brin anunciaron formalmente el programa Google Print (que mas tarde pasaría a llamarse Google Book Search) en la Feria del Libro de Frankfurt, un evento que desde los tiempos de Gutenberg ha propiciado la principal reunión anual de los editores. Más de una docena de editoriales comerciales y académicas han firmado acuerdos de asociación con Google, incluidos nombres tan prestigiosos como Houghton Mifflin, McGraw-Hill y las editoriales universitarias de Oxford, Cambridge y Princeton. Cinco de las bibliotecas más pretigiosas del mundo, incluidas la de Widener de Harvard, la Bodleian de Oxford y la Pública de Nueva York, también accedieron a colaborar en el esfuerzo. Concedieron permiso a Google para comenzar a escanear el contenido de sus fondos. A finales del año, la empresa ya contaba con el texto de unos cien mil libros en su banco de datos.
No todo el mundo estuvo contento con el proyecto. Google no se limitó a escanear libros antiguos cuyos derechos de autor ya no gozaban de protección. También escaneó libros nuevos que, aunque a menudo habían dejado ya de imprimirse, seguían siendo propiedad intelectual de sus autores o editores. Google dejó claro que no tenía intención de localizar a los titulares de estos derechos de autor para asegurarse su consentimiento previamente. Por el contrario, procedería escanear cualesquiera libros y los incluiría en su base de datos a menos que un propietario de los derechos de autor enviara una solicitud formal por escrito para excluir un libro en particular. El 20 de septiembre de 2005, el Sindicato de Autores, junto con tres destacados escritores de forma individual, demandó a Google con el alegato de que su programa de digitalización suponía “una violación masiva de los derechos de autor”. Unas semanas mas tarde, la Asociación de Editores de Estados Unidos presentó otra demanda contra la empresa, exigiéndole que detuviera su digitalización de los fondos de diversas bibliotecas. Google contratacó con una ofensiva de relaciones públicas para dar a conocer los beneficios sociales de Google Book Search, En octubre, Eric Schmidt escribió una columna de opinión para The Wall Street Journal donde retrataba el esfuerzo de digitalización de libros en términos a la vez de agitación y vanagloria: “Imagínese el impacto cultural de indexar decenas de millones de volúmenes antes inaccesibles en un índice amplio, cada una de cuyas palabras pueda ser objeto de búsqueda por cualquier persona, ricos y pobres, urbanos y rurales, del Primer Mundo y del Tercero, en toute langue y, por supuesto, totalmente gratis”.

¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Superficiales
Nicholas Carr

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