viernes, 3 de agosto de 2012

0 Cuando el rayo encontró al relámpago (I)


Hilton Center, Las Vegas, 17 de marzo de 1990. El reinado de Mike Tyson, el terror del Garden, se desmorona. Así que, para mantener su negocio de ríos de millones de dólares, el crápula Don King encuentra el relevo perfecto en Julio César Chávez, el león de Culiacán, el mejor boxeador del momento, libra por libra. Un guerrero mexicano programado para matar, apodado ‘Mister Nocáut’, con dinamita en los puños y un carisma tremendo entre los aficionados. Un Tyson en miniatura con picante mexicano. Su contrincante es Meldrick Taylor, un hércules de ébano de técnica depurada y reflejos felinos. La pelea lo tiene todo: dos invictos, dos estilos antagónicos, dos campeones y dos personalidades opuestas. Una bicoca para Don King, que mientras trata de exprimirle los últimos dólares a Tyson, se frota las manos con la pelea entre Chávez y Taylor. No se equivoca. La pelea rompe todos los récords en el pago por visión. El cartel de la pelea, un anuncio de lo que se avecinaba: ‘When thunder meets lightning’ [Cuando el trueno encuentra al relámpago]. Chávez, el puño de Mexico, se presenta con un récord bestial de 68 victorias consecutivas —56 de ellas antes del límite—, la racha más larga del boxeo en los últimos ochenta años. En la otra esquina le espera Taylor, oro olímpico en los Juegos Olímpicos de Los Angeles de 1984, con un récord de 25 victorias consecutivas —14 por nocáut— y un combate nulo. Ambos, mexicano y estadounidense, ponen sus títulos en juego. Solo puede quedar uno.
Julio César Chávez tiene mandíbula de granito, pegada de mula y piel del diablo. Es el guerrero más fiero de todo México, levanta al público de sus asientos y devuelve el precio de la entrada pegándose, hombro con hombro, como si estuviera encerrado en una cabina de teléfono. Chávez intimida. Está dispuesto a morir si llega el caso. Taylor no esquiva su mirada, le escruta y le desafía: ‘Ni siquiera podrás tocarme’. Suena el tañir de la campana y ambos saben que solo uno saldrá de Las Vegas sin saborear la hiel de la derrota. El que lo consiga será el heredero del trono del depuesto rey Tyson. En el primer asalto, Chávez intenta ganar el centro del cuadrilátero para marcar su territorio. Se supone que Taylor va a ‘bailar’ a su alrededor, tratando de impactar sus precisos ‘jabs’ y mantenerse fuera del alcance de los puños del mexicano. Ocurre lo contrario. El americano acepta el reto de Chávez, intercambia golpes y castiga, con severidad, el rostro y el cuerpo del ‘León de Culiacán’. En posteriores asaltos, Taylor desarbola a Chávez una y otra vez. A cada mano asesina del mexicano le sucede una serie de golpes encadenados, con nitidez, por el campeón olímpico. Chávez está siendo superado en su propio terreno por un boxeador más potente, más rápido y tan fiero como él. La pelea es brutal. Las cartulinas de los jueces conceden abrumadora superioridad al americano.

Rubén Uría
Jot Down

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