miércoles, 8 de agosto de 2012

0 Cuando el rayo encontró al relámpago (y V)



Sus coqueteos con el cártel de los Arellano, sus vínculos con el poder político, sus conexiones con el mundo del espectáculo y el estado penoso de sus finanzas le acechaban. Sus puños de hierro y su mandíbula de granito ya no servían para sacarle del atolladero. Encerrado en sí mismo, cada vez más alejado de su familia e incapaz de librarse de las sanguijuelas que se aprovechaban de él, Chávez vivió una pesadilla. Cuentan que un día, en su lujosa hacienda, ‘Mister Nocáut’, harto de que sus empleados vigilaran su adicción, los reunió en una habitación y les encerró bajo llave. Él corrió hasta su habitación, esnifó cocaína sin descanso y abrió el cajón de su mesita de noche. Sacó una pistola, cargó el revólver y apuntó a su sien. ‘Tenía problemas con Hacienda, con Don King, con mi matrimonio, con todo, estaba sin salida’. Desesperado, apretó el gatillo. Milagrosamente, la bala destinada a saltarle la tapa de los sesos nunca salió de la recámara. La pistola se encasquilló. ‘Estaba drogado, quise matarme y Dios me salvó’. Al conocer la confesión de su marido, la esposa de Julio César decidió actuar. En agosto de 2010, le dio ultimátum: dejar la droga o morir. Días después fue ingresado, contra su voluntad, en una clínica de desintoxicación. Su mujer fue explícita: ‘O hago algo, o se me muere’. Tras meses encerrado, privado de libertad e incluso atado, Julio comenzó a desintoxicarse. ‘No quería aceptar la enfermedad, pero con el tiempo me fui adaptando al medio y me dieron amor para poder enfrentarlo todo, aprendí que se podía vivir limpio’. Su noche más feliz llegó le concedieron el alta. ‘Recuerdo aquella noche de manera especial, me reencontré conmigo mismo, me sentí sano, mi familia estaba contenta y me seguía queriendo, era el Julio de siempre’. A día de hoy, mientras su marido entrena a sus hijos Omar y Julio César —uno futuro campeón del mundo y el otro ya lo es—, la esposa de Chávez ha recuperado la sonrisa. ‘Somos como viejitos, nos levantamos, desayunamos y damos un paseo. Julio está recuperado, ha aprendido a vivir con ello’. Había noqueado a la droga.
Hoy Julio César corre doce kilómetros diarios cada día, atiende a la prensa con regularidad, colabora con varias iniciativas sociales contra la droga, ha puesto a salvo el patrimonio económico de su familia y ha ingresado en el Salón de la Fama del Boxeo, junto a Mike Tyson, su admirador número uno, y junto al actor Sylvester Stallone. Es el boxeador que más defensas del título ha hecho a lo largo de toda la historia del deporte del noble arte (37), ostenta el récord de más tiempo invicto (13 años y 11 meses sin perder), tiene el récord de asistencia a una pelea en un escenario cerrado (Alamo Dome, 73.000 personas) y en uno abierto (estadio Azteca, 137.000). Está considerado, junto a Roberto ‘Mano de piedra’ Durán, como el mejor peso ligero de la historia. ‘Fui un gran boxeador. Ahora solo soy un hombre que se ha librado de la droga. Ese ha sido mi mejor combate’. El mundo se postró a sus pies aquella noche de 1990 en la que el trueno abatió al relámpago. Julio César Chávez, la leyenda, el mejor libra por libra, hoy disputa su asalto más feliz. Vive una vida limpia, sin droga.

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