miércoles, 3 de octubre de 2012

0 ¿Pedir perdón por la Reconquista?


Los estragos de la Logse no conocen aduanas ni fronteras. Parece ser que la Internacional Musulmana –o algo así–, asunto que preside un tal Yusuf al Qaradawi, ulema egipcio por más señas, ha dado en exigir al papa Benedicto XVI que suplique público perdón a los seguidores del profeta por la Reconquista de España, expediente cerrado en 1492, como es fama. Una empresa en la que mucho más tuvo que ver el obispo de Santiago que el de Roma, pese a que el airado Yusuf aún no se haya enterado. Otra prueba, en fin, de la definitiva hegemonía del cretinismo en el mundo actual, esto es, de la creciente subordinación de la razón a los sentimientos en los foros de debate público.
Ahora, para devenir eficaz, un argumento ya no debe incitar al pensamiento sino al llanto. Aquí, en Nueva York y en La Meca, en todas partes. Al punto de que no hay industria más rentable en el planeta que la de la victimización. De ahí la tan extendida moda de exigir penitencia a los coetáneos por acontecimientos sucedidos en otras épocas, hace centenares de años incluso. Hoy, cualquier nieto de gallegos emigrados a Venezuela puede decirse agraviado por las encomiendas de Felipe II, y reclamar la correspondiente compensación. Al igual que cualquier Yusuf se cree personalmente legitimado para saldar cuentas con Isabel la Católica y Fernando de Aragón.
Y es extraño que todavía no haya salido algún deudo de los cartagineses pidiendo daños y perjuicios al Gobierno de Murcia por lo suyo. Aunque tan peregrino resulta eso como que quienes nada tuvieron que ver con hechos remotos pretendan enmendar la plana a sus antecesores con efectos retroactivos. ¿O acaso no llevan centurias muertos y enterrados los únicos que en verdad estarían facultados para pedir excusas a, por ejemplo, Galileo? Para bien o para mal, de lo que otros hicieron solo esos otros fueron responsables, nadie más. Cuantos llegamos al mundo después, ninguna responsabilidad albergamos por su proceder. Postular lo contrario resulta, simplemente, una soberana estupidez. Imposible, pues, que quepa agradecer a nadie vivo la inmensa dicha de no ser musulmanes, calamidad a la que los españoles hubiésemos estados abocados de no ser por aquella gran hazaña, la Reconquista.
José García Domíngez/Libertad Digital

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