domingo, 26 de mayo de 2013

0 Fuera matones de nuestro Twitter (y II)

Esa es la razón de que la necesidad de reglas no puede tomarse por censura. Comprendo que la libertad de las redes no puede quedar estrangulada por restricciones, comprendo que las restricciones pueden resultar peligrosas puesto que peligrosa es su valoración: ¿Qué es crítica legítima y qué es difamación? Pero la gestión de las reglas no es una restricción, es funcional para el medio, para su supervivencia, para los intereses que los usuarios continuarán o no nutriendo. Por eso creo que Enrico Mentana se equivoca cuando dice que o estás dentro o fuera y que no hay que banear. Pero banear es decidir dar una impronta al espacio propio: es ejercer un derecho propio.
La educación en la web, mejor dicho, la educación para la web, todavía está naciendo. La elección de utilizar un lenguaje en vez de otro es fundamental. Cada contexto tiene su lenguaje y el de las redes sociales, por directo que sea no es en absoluto coloquial. Se nutre de la ficción de hablar confidencialmente a cuatro amigos, pero en realidad todo lo que se dice se multiplica inmediatamente hasta el infinito, y resulta ser por tanto el más público de los discursos. No se trata de ser hipócritas o políticamente correctos, sino de comprender que utilizar un lenguaje disciplinado, no agresivo, es construir un modo de estar en el mundo. Los lingüistas Edward Sapir y Benjamin Whorf han teorizado la relatividad lingüística según la cual las formas del lenguaje modifican, permean, plasman las formas del pensamiento. El modo en que hablo, las cosas que digo, y sobre todo cómo las digo, las palabras que utilizo, harán del mundo en el que vivo uno idéntico al que está conectado a mis palabras. Si utilizo (no si conozco, sino simplemente si utilizo) 100 palabras, mi mundo se reducirá a esas 100 palabras. Nosotros somos lo que decimos. Por tanto el lenguaje soez, el insulto o la agresividad no construyen una sociedad más sincera sino una sociedad peor. Seguramente, más violenta. Los comentarios biliosos de los usuarios de Facebook y Twitter solo aportan bilis y veneno a las vidas de quien los escribe y de quien los lee. Por desgracia, esta entropía del lenguaje está contagiando a la comunicación política, siempre en busca de la gran simplificación, de la cháchara divertida y ligera, de la ocurrencia resolutoria. Con frecuencia palabras liberadas sin mediar reflexión, continuas meteduras de pata a las que es preciso poner remedio. La verdad es que si repites en público las sandeces dichas en privado no es que seas sincero y los demás hipócritas, eres sencillamente maleducado y, en muchos casos, irresponsable.

No es libertad —ni mucho menos libertad de expresión— insultar. Es difamación. Algunos intérpretes talmúdicos, parangonan la calumnia con el homicidio. Y si pienso en Enzo Tortora (periodista y presentador víctima de graves calumnias) no creo que se equivocaran mucho. La democracia es responsabilidad y estoy convencido de que las reglas y la marginalización —no la represión— de la violencia y de la trivialidad salvarán la comunicación en las redes sociales. El que quiera usar la red social solo para hacer matonismo mediático podrá abrir su fight clubpersonal, sin nutrirse —como un parásito— de la fama de los demás.
Roberto Saviano / El País

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