Bastia-Ajaccio (154 km)
Además del gusto “por las cosas rotas” heredado de Tyrion
Lanister, no pudimos sino alegrarnos de la victoria de ayer de Bakelants. Nos
alegramos en nuestro nombre y en el de todos a los que tantas veces un
depredador como Sagan les quitó a la rubia de la discoteca en la última copa.
El del Radio Shack se lleva una doble victoria de ayer: además de la etapa, se
viste de amarillo tras una garrafal etapa de los Kittel y compañía. Queda ahora
por ver como se despertará el caníbal Sagan de lo de ayer, si nos le
encontraremos en nuestra cama al llegar a casa.
Lo de Kittel, Cavendish y el resto de sprinters será algo a
tener en cuenta por futuras organizaciones. El bochornoso espectáculo de llegar
a 17:35 del pelotón reside en una falta de profesionalidad evidente, colectiva
y tolerada. Una etapa, la de ayer, más que llevable para un pelotón profesional
en la que algunos altos no pueden servir de excusa para cantidad semejante de
tiempo. Vaya por delante, que la idea del Tour viene casi calcada del buen
hacer de la organización que hace Unipublic de la Vuelta, colocando repechos a
poco de la llegada que animen la situación y eviten las llegadas puramente
veloces, pero de ahí que profesionales como Sagan nos simpaticen y publicistas
como Cavendish resten credibilidad al espectáculo.
Juan Antonio Flecha volvió, dos de dos, a saltar del
pelotón a 12 de meta, cuando comenzaba el repecho de un kilómetro por el centro
urbano de Ajaccio. Junto a él, saltó Cyril Gautier permitidos ambos por el Sky
que dominaba la situación. Casi al final del alto, Froome atacó de manera
suicida en un aviso para navegantes a 13 de meta a la caza de Gautier. Del
ataque, desproporcionado por las alturas, sin duda, podremos sacar el ansia de
Froome de los primeros días, a su vez causa-consecuencia, del miedo a que la
tercera semana no garantice estado físico óptimo tras la acumulación de Tour y
Dauphiné Liberé. Lo demás es el guion escrito que nos obliga a dejar una luz encendida
en casa: Sagan anda al acecho.
Darío Novo
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